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Hemos mencionado, en otros textos, que nuestra vivencia del presente está casi siempre nublada por la constante aparición de sentimientos, imágenes, pensamientos y parloteo interno que surgen de forma involuntaria.
Según dicen estudiosos del cerebro, el surgimiento de la corteza cerebral da a nuestra especie la posibilidad de anticiparnos a posibles peligros reales e imaginarios para así tener mayores probabilidades de supervivencia.
Una función del pensamiento es la de generar situaciones hipotéticas de dificultad y buscar soluciones a las mismas. Estas ideas que son generadas para actuar pueden estar basadas en situaciones reales sobre las que hay que actuar de inmediato o próximamente.
Pero también podemos observar que muchas veces no estamos pensando voluntariamente en situaciones que necesitan una acción, sino que el pensamiento se mueve automáticamente sobre asuntos lejanos ya sean del pasado o de un futuro imaginario que poco tienen que ver con la situación presente.
Si antes hemos dicho que los pensamientos surgen para resolver problemas, entonces, en principio, debemos admitir que los pensamientos involuntarios, divagantes, están tratando de resolver situaciones del pasado que no tuvieron una respuesta satisfactoria.
Si nuestra actuación no fue vivida como coherente, el pensamiento sigue tratando de buscar soluciones a esas huellas de situaciones no resueltas: las acciones incoherentes.
Puede que ustedes se pregunten qué tiene que ver esto con la atención al presente.
Mucho. Si estamos atentos a lo que sentimos y pensamos podemos aprender a reconocer en nuestro interior cual sería la respuesta coherente a una situación dada.
Si estamos distraídos de lo que vivimos, como con el piloto automático controlando nuestra vida, no sabremos distinguir los sentimientos y pensamientos que animan desde las sombras nuestras respuestas. De esta manera responderemos automáticamente asociando por similitud con acciones o vivencias pasadas que pudieron haber sido incoherentes y además no adecuadas a la actual. Daremos respuestas incoherentes.
Si nos prestamos atención sin intervenir, observando simplemente, seremos capaces de detectar las motivaciones de nuestras respuestas, nuestros sentimientos y pensamientos. Esto permitirá enfrentar nuestras incoherencias y dar respuestas honestas, coherentes. Cuanto más coherentes seamos en nuestra vida menos “asuntos pendientes” le dejaremos al pensamiento.
Se romperá así el círculo vicioso del pensamiento divagante. La coherencia no coexiste con la divagación.
Un saludo