Preguntas para autobservarme y aprender de mí.
Comentario de José Parés Pérez. Concepción, Chile
Gran parte de nuestro tiempo de vida lo pasamos rechazando lo que nos toca a vivir. No me gusta que llueva, me carga que me despierten en las mañanas, tener que viajar en colectivo, el trabajo que hago es una lata, la televisión es una porquería, todos los días tengo que convivir con las mismas personas, el sueldo no me alcanza para llegar a fin de mes, la señal de internet en mi casa es pésima, llega cada imbécil a preguntar cosas a la oficina, ni hablar del almuerzo que me sirven donde hacemos la colación de la empresa, llevo meses esperando que me den una hora para consultar este dolor de espalda que me tiene hasta la coronilla, me revienta que me pidan limosna esos borrachos que pueden trabajar igual que yo, los políticos son todos unos corruptos y más y más expresiones como éstas ocupan frecuentemente nuestros pensamientos.
Quizá un poco exageradamente planteado, pero con frecuencia nos sentimos de algún modo como los pintados más arriba. Nuestra actitud es la resistencia de lo que nos toca vivir. Ya sea que hayamos provocado o no los estados que resistimos, pero aparecen en nuestra realidad y no nos agradan. Es claro que esa no es forma de vivir.
El ser humano, al igual que todos los seres vivos, tiene la necesidad de aceptar lo que les trae la vida. La vida es como es y no como nos gustaría que fuera. A diferencia del resto de los seres vivos que aceptan lo que les toca vivir y disponen sólo de instintos para su supervivencia, el hombre tiene la capacidad de reaccionar automáticamente aunque no sea consciente de ello y en diferentes formas según le agrade o desagrade lo que le ocurre.
El rechazo o resistencia a lo que nos toca vivir trae aparejado dolor, negatividad, enojo, temor, malestar, vergüenza, envidia, egoísmo, etc. El rechazo o la resistencia automáticos, sin percatarnos de ellos, nos genera sufrimiento producto de los pensamientos que llenan nuestra cabeza por no saber que tenemos la posibilidad de usar nuestra capacidad de tomar consciencia de lo que nos está pasando y actuar con coherencia y madurez.
Podemos, si nos interesamos por nosotros y por nuestra vida, vivir estas realidades que no nos agradan de manera diferente. Es más, tenemos la responsabilidad de vivir estos momentos de otra forma. Si somos honestos con nosotros mismos, debemos tomar consciencia de lo que nos pasa y actuar coherentemente.
Me dirá ¿Cómo quiere que no sufra cuando se me muere un ser querido? ¿o cuando roban en mi casa y nos hacen daño?
El dolor es una realidad de la vida y no podemos evitarlo. Siempre vamos a ser víctimas de dolores por innumerables razones. Es una realidad que nadie puede soslayar. De lo que hablamos es de cómo enfrentamos el dolor natural que todos sentimos de vez en cuando para evitar que se transforme en sufrimiento que si es evitable. La sola aceptación de la realidad del dolor ya es una actitud positiva que se opone a la presencia del sufrimiento.
La actitud frente a una vida con dolor es superarse tan pronto sea posible para que la vida no se sienta transformada; si estoy presente en la vida, si estoy atento a mis pensamientos evitando dejarme llevar por ellos hacia el sufrimiento por lo acaecido, muy pronto habré recuperado la armonía, la coherencia y el sosiego en que debemos vivir para sostener siempre la más perfecta relación con quienes convivo. Y eso sí que es una responsabilidad que debemos cumplir, vivir en paz con todo y todos.