Preguntas para autobservarme y aprender de mí.
Comentario de José Parés Pérez. Concepción, Chile
Los seres humanos tenemos un lenguaje universal diferente al leguaje con que intercambiamos ideas, conceptos, creencias y otros asuntos relacionados con las ideas y los conocimientos. Es nuestro lenguaje emocional que coincide bastante con el lenguaje de los animales.
Nuestro rostro y nuestras actitudes son los principales comunicadores de nuestro lenguaje emocional. Nos basta observar la viveza o laxitud de la estructura corporal y/o el rostro de una persona para saber cómo viene anímicamente al encontrarse con nosotros. Aún en contactos telefónicos, su voz acusa su alegría o viveza como también su desgano o tristeza. En nuestra presencia, específicamente el brillo o pesadez de su mirada acusa también el estado de ánimo en que se encuentra.
La verdad es que no se requiere gran preparación para comunicarnos en este lenguaje emocional entre nosotros los hombres. Nos basta sólo disponer de la sensibilidad suficiente para poner atención a cómo se siente el otro cualquiera sea la forma en que me comunico con él. Esa sensibilidad que surge de nuestra intención de poner atención a cómo se siente cuando tomamos contacto de cualquier manera.
Es más, nos basta muchas saber cuál es su condición de vida en el momento presente, qué condiciones le rodean para poder vislumbrar o imaginar por lo que está pasando. Nos basta que nos informen que hay una guerra en su país, que es un emigrante en la frontera de otro país, que un terremoto o tragedia natural se ha presentado en su región del mundo, para que sepamos y compartamos el sufrimiento que están experimentando. Desde ese momento en que directa o imaginariamente nos hemos comunicado, nuestro diálogo emocional silencioso ha comenzado.
No es poco el alivio que experimenta el sufriente cuando se informa que alguien sabe de su sufrimiento. Muchos lo saben callar estoicamente, pero la gran mayoría de los humanos experimenta algo positivo frente a su dolor cuando se informa que alguien está consciente de lo que está sufriendo. Si podemos llegar hasta él sabemos claramente lo que podemos o tenemos capacidad de hacer; si no podemos llegar a él, medita sobre su sufrimiento y asume parte de tu responsabilidad humana en el conflicto si de los humanos depende.
Quien vive atento a la vida no puede sentirse libre del sufrimiento que afecta a cualquiera de nosotros porque somos UNO.