¿La paz y la belleza me enamoran de mi vida?
Comentario de José Parés Pérez. Concepción, Chile
Mi experiencia personal en la atención al presente muestra que a medida que practicaba iba descubriendo que aumentaba día a día mi sensibilidad frente a esas características de la vida que nos hacen vibrar o resonar con la belleza y la paz. Es que un ambiente con esas características, belleza y paz, logran que nuestra mente deje de buscar y de inquietarse.
En consecuencia, poco a poco en mi aprendizaje de atenderme y de estar presente en mi vida fui descubriendo que la vida, aunque el exterior sea tormentoso, nos proporciona las condiciones para enamorarnos de la vida.
Lo que nunca había puesto en primer lugar en mis demandas personales, ahora encabeza el desfile de lo que permito esté presente en cada momento: la vida. Nada ni nadie tiene valor para mi frente a la vida.
Y lo más importante y trascendente es que no estoy hablando de mi vida, sino de la vida. La vida no es mi vida, es toda la vida. Esa maravilla que no somos lo suficientemente inteligentes como para apreciar en lo que es y significa. Sea la mía o la de cualquier otro ser, la vida tiene un valor que nuestras mezquinas mentes no son capaces de captar. La sacrificamos por dinero, posesiones, poder, religión, política, odio, ignorancia, temor, ira, vicio, aburrimiento y mil otras razones que, frente a la vida, carecen absolutamente de valor.
Amo la vida en mi o donde sea porque es la fuente de lo que experimento y soy totalmente libre para admirarla y disfrutarla. No tengo nada que reprocharle pues no tiene edad y sigue siendo maravillosa.