
Preguntas para autobservarme y aprender de mí.
Contribución de Isabel Hernández Negrín de Las Palmas de Gran Canaria, España
Quiero comenzar diciendo que «observarme» puede sonarle, a algunas personas, a que no estoy muy bien de la cabeza. Por otro lado, eso también querrá decir que, quien así lo interpreta, muestra que no tiene la costumbre de observarse y, por eso, le parece una rareza.
Lo cierto es que, a los que lo hacemos, nos cuesta explicarles a otros que se trata una práctica saludable y facilitarles la manera de ponerse manos a la obra.
Sin embargo, hay que intentarlo porque la diferencia es muy grande y las consecuencias de prestar, o no, atención a lo que me sucede son de una enorme importancia.
En lugar de observar lo que nos sucede «en este instante», estamos acostumbrados a hacer juicios y valoraciones sobre lo que ya hicimos. Si lo hicimos «bien o mal», si fue «correcto o no». Además, siempre concluyo que lo que hice fue «lo correcto» y que estuvo «bien». ¡Cómo no!
Pero eso no es «observar».
Es importante tener claro cómo observarme. Observar suele estar motivado por el interés en comprender la verdadera naturaleza de algo; en este caso, de mí mismo. Y si, aún sin conocerme, me acerco a mí con juicios previos, creencias o temores sobre lo que pueda encontrar, no haré nada útil.
Así pues, la observación será de gran utilidad si la hago SIN HACER JUICIOS, con curiosidad sana, con amabilidad y con, por qué no, con buen humor. Es decir, con una actitud abierta a lo que encuentre.
Es como visitar un lugar remoto y desconocido evitando hacer comparaciones con mi lugar de origen.
Cuando hacemos juicios, decimos que la comida «sabe rara», que «la gente es distante, demasiado confianzuda o poco fiable», que «el clima es insoportable», etc. Pero, si no hacemos juicios o comparaciones, entonces podemos percibir las cosas de forma más cercana, ¡tal y como son!
Si me «visito» a mí mismo, la actitud al observarme ha de ser similar: no hacer juicios de «bueno o malo» sobre lo que pienso, siento o hago.
Comprobarás que la sola observación, sin juzgar, produce en ti un cambio que no imaginabas y que, por supuesto, no te voy a contar. Sería estropearte la película, desvelándote cómo acaba.
Mejor… compruébalo por ti mismo.