
Preguntas para autobservarme y aprender de mí.
Comentario de José Parés Pérez. Concepción, Chile
Recuerdo de mi pasado que con mucha frecuencia me molestaba cuando alguien comentaba la forma en que yo había ejecutado alguna determinada actividad, especialmente en el campo de mi profesión.
Era un hecho que si eso sucedía yo me molestaba y respondía con comentarios duros aunque la otra persona tuviere razón en su comentario.
Esa forma de reaccionar era frecuente en todos los campos y no sólo en actividades profesionales o similares. Se trataba más bien de una actitud permanente producto de mi actuar automáticamente frente a lo que me desagradaba en cualquier sentido.
El proponerme no molestarme que usaba con frecuencia, no daba resultados permanentes. Si estaba atento en el momento presente precisó, si funcionaba. Pero normalmente no.
Analízate atentamente y te darás cuenta que tú te comportas muy frecuentemente de la misma manera. Siempre tienes a flor de labios una respuesta para todo aquello que te sucede y que no encaja con lo que te gustaría percibir de los demás.
Supongamos que deseas cambiar esa actitud tuya y que te produce frecuentes desencuentros con tus relaciones y cierto malestar porque le das una importancia exagerada a aquello que no te agrada ni en ti ni en los demás.
No conseguirás cambiar esa actitud intentando no resistirte cada vez que esas ocasiones se presentan. Eso no te va a dar resultado por un sinnúmero de razones que no es del caso analizar ahora.
Esa actitud nuestra proviene de la tendencia relativamente corriente de enjuiciar todo lo que percibimos y que no coincide con nuestras formas de ver la realidad que enfrentamos. Percátate observándote de la realidad de esta afirmación. Vivimos permanentemente intentando mostrar nuestra disconformidad con lo que otros muestran.
¿Te has preguntado qué sentido tiene para ti y para el bien de todos esa tendencia tan común?
Trabaja en sentirte libre de tus juicios; ponte atención para que sientas que todos tienen derecho a sus actuaciones correctas o erróneas; acepta que todos nos podemos equivocar y a nadie, ni a ti tampoco, le agrada ser juzgado por otros. Siente tu propia complacencia interior cuando te has liberado de un enjuiciar que antes te resultaba muy natural.
Muy pronto sentirás que lo que tienes que hacer es muy simple. Cuando se te presenta la oportunidad de encontrarte a mucha gente o simplemente verla en cualquier medio, pon especialmente tu atención en ti y no en los otros y siente tu complacencia por aceptarlos tal como son en ese momento. Siéntete libre de tus juicios; vive la conciencia de tratarte bien a ti mismo(a) y el abandonar tus juicios. Sentirte a ti mismo es tener conciencia de ti.