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Breve presentación

Psiquismo humano y Mindfulness.

Los seres humanos provenimos de un largo proceso evolutivo que ha tenido lugar a lo largo de millones de años. Tenemos en común con el resto de mamíferos y otros seres vivos dos tendencias de conducta complementarias que contribuyen a la supervivencia: una defensiva y otra expansiva. Las tendencias defensivas conforman lo que denominaremos “sistema defensivo”. Este sistema defensivo está motivado por la necesidad de seguridad y su función es alejarnos de potenciales amenazas. Un pájaro que bebe agua en una charca está constantemente levantando la cabeza para detectar cualquier depredador. La gacela que pasta apaciblemente se echa a correr en cuanto ve que una leona le acecha.

Una pareja de aves ataca a una rapaz que se acerca al nido de la pareja con el fin de comerse a sus polluelos. Un tigre detecta a otro macho en su territorio y hace un sonido de advertencia para que este se vaya; si el intruso no se va, el primero atacará de inmediato. Todos los animales estamos dotados de este tipo de tendencias defensivas: huir, evitar, sentir miedo o rabia, luchar, agredir, etc. Estas conductas sirven para proteger la propia vida, la prole y los recursos. ¿Se les ocurren conductas, pensamientos o emociones cotidianas de tipo defensivo?

Por otro lado, las tendencias de conducta expansivas conforman lo que denominaremos “sistema expansivo”. Este sistema expansivo está motivado por las necesidades de competencia, relación y autonomía, y su función es promover el desarrollo de habilidades y conocimiento del entorno, y de redes de apoyo social. Estos conocimientos, habilidades y redes de apoyo también resultan de gran valor para la supervivencia del individuo y su especie. En los mamíferos, la necesidad de competencia promueve conductas tales como la exploración del entorno, la curiosidad, la creatividad, el juego o la manipulación de objetos. La necesidad de relación (presente en mayor o menor medida en distintas especies) promueve conductas como la asociación con otros, la interacción social, el apoyo social, la cooperación o el altruismo.

Finalmente, la necesidad de autonomía promueve todas aquellas acciones que el individuo realiza como fines en sí mismas, porque son gratificantes y no por la acción de presiones externas o para obtener recompensas o evitar castigos. ¿Qué acciones, pensamientos o emociones cotidianas se les ocurren que puedan estar motivadas por las necesidades de competencia, relación o autonomía? [Dar unos pocos minutos a los participantes para que busquen ejemplos concretos.

Con el transcurso evolutivo, varias especies animales han desarrollado lo que se denomina “capacidades reflexivas” o “reflexividad”, es decir, la capacidad de los procesos psicológicos de referirse a otros procesos psicológicos del individuo. Esta capacidad nos permite a los humanos pensar, ya no sólo en algún elemento de nuestro entorno físico, sino acerca de nosotros mismos; el poder sentirnos bien o mal respecto a nosotros (como en el caso de la autoestima, la culpa, el orgullo, la vergüenza); la posibilidad de dirigir la atención a las propias emociones, pensamientos y conductas y tomar conciencia de ellas; la posibilidad de regular o cambiar las propias emociones, pensamientos y comportamientos; anticiparnos a posibles peligros futuros, así como a las consecuencias de nuestras acciones; planificar nuestras acciones con bastante antelación; o pensar en lo que otros piensan acerca de nosotros.

Los humanos no somos la única especie que muestra capacidades reflexivas. De hecho, animales tales como los orangutanes, delfines o urracas superan el test de auto-reconocimiento frente a un espejo, lo cual nos permite atribuirles, por lo menos, una capacidad reflexiva básica.

La reflexividad en humanos da pie a nuevas tendencias defensivas y expansivas. ¿Se les ocurren algunos ejemplos? Las tendencias reflexivas defensivas incluyen, por ejemplo, las preocupaciones y la ansiedad sobre el futuro, la importancia de nuestra reputación, el temor a lo que los otros piensan de nosotros, el deseo de llegar a ser alguien, el temor a sufrir y a la muerte, juzgarse a uno mismo, sentirse avergonzado o culpable, etc. Por otro lado, las tendencias reflexivas expansivas comprenden, por ejemplo, la conciencia de sí mismo, la auto-exploración, el auto-conocimiento, la comprensión de uno mismo y de los demás, el afrontamiento y resolución de los propios conflictos internos y temores, la empatía, o la experiencia de conexión con otros y con la naturaleza, entre otros (ver Tabla 1).

Tabla 1 . Típicas tendencias defensivas y expansivas.

Tendencias defensivasTendencias expansivas
Necesidad de seguridad, temor, rabia,

evitación, escape, lucha, preocupación,

juzgarse, culpa, deseo de llegar a ser

alguien, defensa de la reputación, temor a lo que piensen de nosotros, temor a sufrir y a la muerte, etc.

 

Necesidades de autonomía, competencia y relación, (auto)explorar, (auto)conocer,

conciencia de sí mismo, empatía, interacción y apoyo sociales, cooperación y altruismo, conexión con otros y el mundo, afrontar los propios conflictos internos y temores.

 

 

Las tendencias defensivas (como preocupaciones, ansiedad, deseos, defensa de la reputación) generan buena parte de nuestro sufrimiento. Por su parte, las tendencias expansivas son la principal causa de nuestro bienestar. Todas estas tendencias son innatas y automáticas.

Podemos reducir nuestro sufrimiento y aumentar nuestro bienestar, así como mejorar nuestra relación con los demás, aprendiendo a estar atentos a nuestros automatismos defensivos y a dejar de implicarnos en ellos para así rebajarlos.

Por tanto, la clave de este desarrollo está en aprender a prestar atención a nuestras sensaciones, tensiones, impulsos, emociones y pensamientos.

 

¿Qué es la atención?

Para responder más claramente a esta pregunta es útil descartar primero qué no es atención como la entendemos en este contexto. Por ejemplo, si quiero prestar atención a mis pensamientos pero lo que hago es divagar, inmerso en ellos, ¿esto prestarles atención? Divagar o dar vueltas a nuestros pensamientos no es atender, es pensar. Si quiero prestar atención a mis emociones pero lo que hago es dejarme llevar por ellas, dejarme arrastrar por ellas, expresarlas y actuarlas, ¿esto es prestarles atención?

Si nos dejamos llevar por nuestras emociones, entonces estamos sumergidos en ellas, inmersos en ellas, y no prestándoles atención. Si quiero prestar atención a mis impulsos y acciones pero lo que hago es dejarme llevar por mis impulsos de manera automática y habitual, ¿les estoy prestando atención? Dejarnos llevar por nuestros impulsos no es prestarles atención sino actuar de forma impulsiva y por hábito. Si quiero prestar atención a mis pensamientos, creencias, identificaciones, emociones, impulsos, etc. pero lo que hago es defenderlos o juzgarlos y criticarlos, ¿esto es prestarles atención? [Dejar un momento para que las personas den sus respuestas.]

Cuando estoy criticando, juzgando o defendiendo algo, entonces no le estoy prestando atención. Por tanto, atender no es estar inmerso e involucrado con lo que uno está observando. Uno ha de tomar cierta distancia para poder atender y observar. Y por otro lado, para atender uno no ha de criticar ni defender lo que está observando, porque en el momento en que uno empieza a defenderse o a juzgar, ya ha dejado de atender. Atender así, sin defender ni criticar, es desafiante y puede resultarnos difícil porque llevamos toda la vida juzgando y defendiéndonos.

Dentro del marco de este curso, cuando hablamos de “atención” nos referimos a atendernos a nosotros mismos, nosotros somos el objeto de nuestra atención: nuestras sensaciones, tensiones, impulsos, comportamientos, emociones y pensamientos. El objeto de atención, por tanto, no es la situación externa sino el cómo uno reacciona internamente a dicha situación en el momento presente. Prestarnos atención consiste en dirigir el foco de nuestra atención a nosotros mismos sin criticar, valorar, juzgar, resistir, ni querer cambiar lo observado.

Sólo cuando nos atendemos de este modo nos es posible conocernos y desarrollarnos.

En síntesis, prestarnos atención en nuestra vida cotidiana es clave para reducir nuestro sufrimiento, conectar con nosotros mismos y con los demás, conocernos mejor, y llevar una vida más consciente y positiva.

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