La dictadura del Egocentrismo
Contribución de Isabel Hernández Negrín de Las Palmas de Gran Canaria, España
¿Recuerdas haber visto a algún niño que llora y patalea si no consigue lo que quiere? Posiblemente pensaríamos que es un caprichoso maleducado y consentido por sus padres a salirse con la suya por encima de todo.
Quiero poner este ejemplo para crear una representación de nuestro propio egocentrismo. Cierto que nosotros, adultos, no sobreactuamos como los niños, pero sí que nos movemos con mucha frecuencia por nuestro propio interés o según nuestra óptica personal para interpretarlo todo. Ahí estriba nuestro egocentrismo de adulto. Damos por sentado que lo que pensamos, creemos, sentimos o interpretamos es la realidad misma. Dicho de otra forma, siempre queremos que la realidad se ajuste a nuestros criterios.
Quizás no seamos capaces de decirlo así, porque ni siquiera nos damos cuenta de que lo estamos haciendo. Aunque no caigamos en cuenta de ello, así es como nos conducimos.
¿Buscamos algún ejemplo? Desde que vemos a alguien nos hacemos una idea de ella. Y los criterios de ese juicio son enteramente nuestros, no son universales, aunque así lo creamos. Otro. Un padre que lucha por que su hijo estudie algo que a él le parece muy reputado y rentable, aunque al hijo no le guste en absoluto. Ejemplos hay muchos, pero lo más general es que lo que mencioné en primer lugar: todo lo que hago, pienso, siento, etc. pasa por el tamiz de mis creencias e intereses personales… y lo gracioso es que no me doy cuenta. Podemos pensar que lo hacemos por el bien del otro, y luchamos con él y nos enojamos y hasta podemos perder la buena relación con alguien por este detalle del egocentrismo.
De hecho te habrás dado cuenta de que egocentrismo viene de que YO SOY EL CENTRO alrededor de lo que gira todo lo demás.
Es bueno darnos cuenta de eso. Bueno para nosotros, pues nos libera de ser el guardián de los demás y dejamos de enojarnos. Bueno para los demás, pues podrán mantener una buena relación con nosotros al no quererles imponer un criterio que no es el suyo.
Es mucho más sencillo tener buenas relaciones con personas que respetan y preguntan en lugar de imponer y no escuchar. Es importante aprender a caer en cuenta de este detalle que nos ayuda mucho a sentirnos mejor en general porque dejo que creer que las cosas y las personas deben ser como yo creo que deben ser. Cuando me libero de mi propia creencia, libero a los demás de mi enojo y empiezo a sentir afecto por ellos.
Intenta hoy darte cuenta de alguna vez que proyectes juicios (por ejemplo) sobre otros sin apenas conocerles y sin saber su situación real.