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20 de mayo Isa La condición del fracaso. MENOS PESO

Preguntas para autobservarme y aprender de mí.

Contribución de Isabel Hernández Negrín de Las Palmas de Gran Canaria, España

 

Normalmente quiero ser feliz. No me interesa tanto cómo, pero no quiero sufrir.

Siguiendo ese camino, me dejo encandilar por mis propios pensamientos: quiero ser feliz; quiero ser buena persona; rico; amado; admirado,… Y hago caso a estos pensamientos que me sirven de orientación.

Hago cosas, muchas cosas, para ser feliz: cursos varios de yoga, meditación de varios tipos, danza del vientre; voluntario en hospitales; viajar a lugares exóticos. Hago muchas cosas con la idea de ser feliz, o al menos, con la esperanza de ahuyentar una vida tediosa, poco significativa, poco plena para uno.

Cuando las cosas no salen como deseamos, nos creemos nuestros relatos llenos de pensamientos engañosos como: “la verdad es que lo intento!; me acuerdo muchas veces de que quisiera ser feliz!; incluso leo libros sobre ello!”. Con esto intentamos mantenernos a flote con palabras.

A la felicidad no se llega, es un efecto colateral que aparece tras poner en orden la propia vida interior. Para arribar a esto es necesario fracasar, es decir, sentir profundamente que lo hecho hasta ahora no ha servido para estar en paz.

La condición del fracaso es aquella que aparece cuando, cansado ya de hacer lo mismo, reconoce que lo que hace no ofrece salida y se cuestiona todo lo que, hasta ahora, le ha servido de referencia y abandona la rutina para explorar una actitud diferente, que permita la creatividad y la emergencia de una visión y un posicionamiento integral diferente en la propia vida.

Y esto no es una tarea intelectual. No se trata de dejar unas ideas y apropiarme de otras. Se trata de reconocer que he pisado fondo y de detenerme a prestar atención a lo que siento, a lo que creo, a lo que opino, a lo que hago y cuestionármelo desde la raíz, sin sentimientos de culpa o de haberme equivocado.

En este sentido “fracasar” es algo deseable, es desvestirme de lo viejo para dar paso a una renovación. No hay renovación sin este tipo de fracaso. No puedo simplemente ponerme ropa nueva sobre la vieja a la que tengo tanto apego. Sería como hacer cursos muy prometedores de autoconocimiento, pero sin encarar mis temores, apegos y rutinas. Algo no termina de encajar nunca.

Por eso quiero hoy dejarles este asunto del fracaso, del cansancio de lo viejo que hay en mí, pues es el primer escalón para una vida auténtica y significativa.