¿CREER DOMESTICA A LA CONSCIENCIA?
Contribución de Isabel Hernández Negrín de Las Palmas de Gran Canaria, España
Observa algunas de tus creencias y pregúntate si esa creencia apunta o no en una dirección y no en otra. Tanto si crees que la honestidad es una gran virtud, como si consideras que la agresividad es lo importante, ambas están apuntando en una dirección, están orientando tu conducta. Como no podemos saber fehacientemente de todo, lo que hace nuestro cerebro es creer que ciertas cosas son de una determinada manera. De esta forma tengo mis creencias sobre cómo debe ser una buena persona, como debe ser un empresario, como deben tratarme mis hijos, como debo tratar a mis padres, cómo debo ser yo, cuales son las reglas sociales, creencias sobre como son otros grupos humanos (los negros, los chinos, los alemanes, los norteamericanos, los latinos, los hombres, las mujeres…) y un largo, larguísimo, etc.
Las creencias que tenemos nos mueven en una cierta dirección y a la vez nos frenan de ir en otras direcciones. Y dado que las creencias no son cosas ciertas, sino hipótesis a las que damos mucho valor, estamos domesticando nuestros enfoques de acuerdo a ideas que no han sido demostradas ciertas. Pero nos las creemos por distintos motivos y a ellas nos limitamos. Así terminamos convirtiéndonos en el reflejo de lo que creemos y, además, solemos temer salirnos de ese redil en el que ni sabemos cómo nos metimos.
Proponte hoy observar las creencias con las que te mueves. Pero no analices ni busques en tu memoria. Solo observa en el momento las creencias que te están moviendo a hacer las cosas de una cierta manera: cómo tratas a un anciano, o una joven, a un mendigo, a un/a rival, a alguien de otra religión, etc. Detrás de tu conducta hay una creencia sobre ese tipo de persona. Observa, descubre… y sonríe!