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​¿El sufrimiento nos confina en el egoísmo?

Comentario Isabel Hdez. Negrín, España

Cuando hablamos de sufrimiento nos referimos a tantos sentimientos o pensamientos negativos, y sus consecuencias, tales como por ejemplo el resentimiento, el orgullo, la envidia, los celos, la inseguridad general, la desconfianza, la ira, el temor, el deseo de alcanzar, y tantos otros desequilibrios. ¿A qué sabe todo lo anterior? A que a uno le falta algo para estar bien, a que otros tienen más que yo, a que a otro le quieren o le aprecian más que a mí… En fin, todo ese sufrimiento tiene un sabor a que debo alcanzar cosas, relaciones o una posición que ahora no tengo. Y si lo tuviera sí que estaría satisfecho. También sabe a tensión permanente. Hay una actitud de rapiña y desconfianza. La desconfianza obliga al encierro, al egoísmo, a hacer solo por mí. Eso también aísla porque las relaciones significativas son aquellas en las que hay confianza y afecto positivo y desde el sufrimiento y el egoísmo esto no es posible.

Cuando, casi sin darnos cuenta del motivo, alimentamos desmedidamente lo negativo, nos aislamos en el egoísmo… y eso no nos permite salir de la infelicidad. Es la pescadilla que se muerde la cola.

Para salir de este círculo vicioso hay que cortar la cuerda; hay que decidir si quiero seguir así o quiero seguir otro camino; hay que elegir. Todo empieza con una decisión sólida, profundamente sentida, comprometida, para luego observar y comprender la actitud para comenzar la andadura de mi nuevo camino.

Si no decides conscientemente sobre la dirección de tu vida, el sufrimiento suele tomar las riendas. Así que decide ¿qué quiero hacer de mi vida? Solo tú puedes hacerlo.

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