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​¿A dónde me lleva vivir falto de atención?

Comentario de Isabel Hdez. Negrín, España

La atención parece tener sus enfoques según para lo que se emplee. Hay una atención bastante intensa a lo externo cuando detectamos un peligro muy importante. En ese caso nos enfocamos en ese peligro y podemos estar muy lúcidos para solucionar el problema. Luego hay otro enfoque que es el habitual nuestro del día a día que consiste en un nivel de atención básico y superficial que va a donde se detecta algo que sobresale del paisaje normal: una persona que cruza la calle de repente, un camión que toca la bocina fuertemente, el ruido de un frenazo. En fin, atendemos lo mínimo necesario para mantenernos con vida en situaciones familiares.

Casi se podría decir que estamos medio despiertos o medio dormidos. Como cuando vamos caminando por la acera y vamos despistados pensando automáticamente en cualquier cosa  o mirando aquí y allá pero sin mayor interés. Miramos hacia los estímulos que nos cruzamos, y como no hay nada especialmente extraño nos podemos permitir ir como zombis. Este estado es el más habitual en cualquier persona y, además, es el que se corresponde con un estado de defensividad de mayor o menor intensidad: si alguien nos pisa le ponemos verde; si un automóvil pasa demasiado cerca le insultamos; si el camarero tarda en venir nos irritamos; si no podemos aparcar nos come la impaciencia y la ira; si alguien duda de nosotros o nos sentimos humillados responderemos defendiéndonos también.

Este es un estado dado al sobresalto. Vamos como dormidos y cuando algo nos sobresalta nos ponemos a la defensiva inmediatamente. Algo característico de este estado es que nos parece que todo lo que sale mal es culpa de los demás y lo que sale bien es porque soy maravilloso.

Pero aún hay más estados atencionales. Podemos atender a voluntad en lugar de dejar que la atención vague de flor en flor. Además, hay algo mejor aún, que es incluirnos a nosotros mismos como objeto de nuestra atención. ¿Cómo es eso? Se trata de prestar atención a nuestros propios sentimientos, pensamientos, emociones, sus motivaciones, conducta, impulsos, etc.

Puedes pensar que esto es un poco aburrido, pero no lo es y además tiene su compensación: dejas de culpar a los demás de lo que te pase, porque eres capaz de observar que tú también pones de tu parte para que las cosas vayan como van. O sea, que entre otras cosas, te vuelves más amable con los errores de otros porque puedes serlo con los tuyos propios. Así que te vuelves más pacífico, más amable y atento, menos egoísta, más inteligente y muchas cosas más. Así que ¿verdad que tiene su compensación?

Quizás hayas comprendido que cuando uno no vive atento, atento a sí mismo, vive como en una especie de semi-sueño en el que siempre está dispuesto a la lucha o a la huida, como animalitos amenazados que agreden si pueden o se refugian cuando el otro es demasiado grande. ¿Te gusta esta forma de vivir? Quizás te parezca esto un poco exagerado.

Te invito a que hoy observes, o sea, prestes atención a tus reacciones defensivas allá donde aparezcan. Observa cuál es tu estado en esos momentos, si estas atento a ti mismo o no. Sé consciente de ti todo el tiempo que puedas. Observa todas tus reacciones. Luego si puedes prueba a estar atento/a incluyéndote a ti en el foco de tu atención intencionada.  Espero que lo puedas hacer y que descubras ese estado atencional que nunca nos han enseñado en la escuela. ¡Que lo pases bien!

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